Loor a los héroes y mártires desconocidos – Mayor General Juan Salcedo Lora
Loor a los héroes y mártires desconocidos
Mayor General Juan Salcedo Lora
11 de julio de 2019
Con motivo de los 200 años de la independencia, la Sociedad Bolivariana de Colombia, les rindió un justo homenaje a los mártires de “La Ramada” y a los de los combates de Tópaga y Gámeza del 10 y 11 de julio de 1819, que fueron los antecedentes fundamentales para las batallas del Pantano de Vargas y del Puente de Boyacá, y, que dieron la libertad definitiva a Colombia. Para tales eventos bélicos, como lo exigen las antiguas y nuevas doctrinas de la guerra, el Libertador Bolívar diseñó una táctica que comenzó atacando a los realistas al mando del coronel Barreiro, quien se hallaba en Sogamoso custodiando la vía de acceso a Santafé. Entre sus subalternos y sus tropas, contó Bolívar con el General Santander al mando de la vanguardia.
El descenso de las tropas libertadoras, del páramo de Pisba y su arribo a la población de Socha, el 1° de julio, sirvió de aliento a esas castigadas unidades, que habían sufrido indecibles penurias, desde las planicies orientales a las cumbres de los Andes. Fue así, como el batallón Cazadores, cuerpo élite como se diría hoy, al mando del joven Sargento Mayor Joaquín París Ricaurte, (quién como general se enfrentará en 1860, al general Tomás Cipriano de Mosquera),[1] se abasteció de ropas, alimentos y demás elementos logísticos en esa la población, para recomponer sus tropas.
Retomando el camino glorioso del ejército de Bolívar, descienden y en la medida que llegan a Socha se van organizando y recibiendo en todas las poblaciones atenciones primarias pero muy importantes en esos día. Fue notorio que no se contó con la Legión Británica en los primeros combates por el grado de afectación de estas unidades, sufrido en las difíciles condiciones topográficas en el ascenso al páramo. El Libertador estableció su cuartel general en Tasco. Una de las principales escaramuzas se da en vecindades de Corrales, a orillas del río Chicamocha, donde hoy funciona la planta Siderúrgica de Paz del Río, cuando el 7 de julio, en desarrollo de operaciones clásicas de reconocimiento, en la búsqueda de información de las fuerzas realistas, número, unidades, dispositivos, todo era necesario en ese y todos los tiempos, se destaca una unidad de caballería, el “Guías de Casanare” al mando de los capitanes Antonio María Duran, natural del Socorro, y Reyes Patria, oriundo de ese municipio, y por lo mismo conocedor de su población y el terreno, sorprendieron a los realistas en el sitio de la Chivatera de Corrales, eran 30 dragones montados de un teniente Gutierrez, quién salvó la vida junto 4 soldados españoles. Hicieron algunos prisioneros y desalojaron a los españoles, fue el primer lance de armas después del paso de los Andes.
Todo hacía presentir que los duros combates se avecinaban porque solamente hasta el día 8 en horas de la noche, el comandante español local Barreiro, se había enterado de la presencia de fuerzas patriotas en toda su magnitud, por lo cual reforzó la presencia de sus tropas en vecindades a Sogamoso. Luego, se desplazó a la vecina población en las alturas de Tópaga. Nuevamente se destacan hacia es esa encumbrada población, dos unidades de reconocimiento, una de infantería, que logró establecer contacto con una unidad realista a la cual dispersó. La otra unidad se desplazó a Corrales a orden del coronal Briceño.
La unidad de Briceño es atacada por una fuerza superior de 800 hombres ordenada por Barreiro, el 10 de julio, un destacamento de caballería y un batallón de infantería, que le produce un número crecido de bajas y la captura de 34 hombres capturados.
Démosle paso al historiador Gabriel Camargo Pérez[2] cuando anota, “Uno de los más dolorosos acontecimientos, a través de la Campaña Libertadora de Boyacá, sin duda alguna, fue la sangrienta masacre de 34 prisioneros en las acciones de Corrales y Gámeza, sacrificados cruelmente e el sitio de “La Ramada”, jurisdicción de Sogamoso, el 10 de julio de 1819”, añade Camargo que el historiador Oswaldo Díaz, gran investigador logró información valiosa del mismo Barrero[3], “Se han hecho muchos prisioneros, y entre ellos varios oficiales que se han conocidos por los despachos que traían del célebre Bolívar, pero todos fueron muertos en el momento que llegaban a nuestras filas sin que pudiera evitarlo”, (Molinos de Tópaga, julio 10 a las 12 de la noche). O este otro siniestro informe, “Se cogen muchísimos prisioneros, pero a todos los hago matar al momento por comprometer más al soldado”, (Molinos de Tópaga, 12 de julio 1819).
Destaquemos entonces el caso principal que nos ocupa cuando enunciamos “Loor a los héroes y mártires desconocidos”[4]
“Mártires de la Ramada” La ira del león había declarado la guerra a muerte. Y no era dable la más leve compasión. Hacíase necesario derramar sangre para escarmiento de los rebeldes y ardentía de los realistas, y no había que perder un instante. Entre estos rayos mentales y la ejecución del sacrificio no mediaría sino la orden del teniente Corchero:
- Despojadlos de sus harapos…
- Atadlos espalda con espalda…
- En línea de reos…
- Con l cara al sol…
Y ahora escuchad, soldados del Rey:
- ¡Afilad vuestras armas! ¡Porque sereís ascendidos si lográis atravesar cada dos cuerpos de un solo lanzazo!
El Coronel debía proseguir su paso vertiginosamente, hacia el campo de batalla, y un manto de sangre teñiría de rojo el suelo de la patria. Al amanecer del día siguiente, en el Puente del Río Gámeza comenzaría a cobrarse la vida y la memoria de aquellos mártires de “La Ramada”, cuya esencia noblemente popular y de amor a Colombia, dejaba en el cielo de Sugamuxi el primer hito de gloria señalado por el soldado desconocido de la República. Si aquel horrendo genocidio se había consumado para estimular la destrucción de los patriotas, también sirvió de fragua para encender el patriotismo nacional.
Agrega Camargo Pérez, 395, refiriéndose al erudito canónigo boyacense, “A poco rato sorprendió en la entrada de Gámeza media compañía del batallón Cazadores. Que como como cuerpo de observación iba llegando a la población; inmediatamente se comenzó una escaramuza que la pequeña fuerza colombiana, a las órdenes del teniente Mateo Franco, a pesar de la monstruosa desproporción numérica de uno contra doce, sostuvo con serenidad y firmeza, hasta que viéndose perdidos rompieron el cerco que les tenían puesto y se comenzaron a replegar haciendo fuego. En esta retirada murieron el Sargento Santos Alquiza y los cabos Ramón Mesa y Antonio Ulma¸ fueron presos como veintiséis soldados, a los que allí mismo comenzaron a alancear (subrayamos: “comenzaron”) y aún dieron muerte a Juan Escobar que les reprochó tan sanguinario proceder. Con estos se completaron los treinta y cuatro patriotas que Barreiro mandó sacrificar a La Ramada, cerca de Sogamoso, atados espalda con espalda y a lanzazos”. Otra versión del Presbítero Andrés María Gallo, capellán del ejército patriota, quién las comunicó a uno de sus alumnos y este las cedió al investigador Juan Pérez y Soto en 1919, un siglo después de los hechos, publicadas en el “Nuevo Diario de Caracas”, en agosto de ese año, página 396, “Seguimos río arriba, procedentes de Tasco, hasta llegar al pueblo de Corrales, a cuya entrada nos aterró el encontrar un montón de mujeres que rodeaban los cadáveres de los patriotas asesinados el día anterior, junto a los cuales se veía una mujer joven y bien parecida que según dijeron se llamaba Juan Escobar, y había sido también alanceada por haber salido a interceder por los patriotas… * … “encontré allí a un religioso dominicano, con su hábito remangado por el sable que ceñía, ocupado en hacer lo que yo iba a hacer. Le ayudé a desempeñar la tarea y con él seguimos vía Tópaga hasta alcanzar el ejército que se hallaba en una colina una parte, y la otra bajaba al pueblo de Gámeza hacia el puente del mismo nombre. El religioso era el Rvdo. Padre Ignacio Mariño, Capellán y solado del ejército de Casanare”.
El comandante de la División de Vanguardia del ejército libertador era nadie más ni nadie menos que el General Francisco de Paula Santander, quién personalmente dirigió a sus subordinados en los combates de Tópaga y Gámeza y hasta fue herido en los cruentos eventos. Como testigo excepcional en el caso de la muerte de sus hombres en combate y fuera de él deja una primera constancia valiosa sobre los hechos, ”Barreiro nos había nos había hecho la guerra a muerte; 34 soldados que nos hizo prisioneros en la parroquia de Gámeza, aparecieron tendidos en el camino de Sogamoso, atados espalda con espalda y lanceados con crueldad”[5]
Pero es, el mismo Santander, con fecha 28 de octubre de 1819, desde Sogamoso, ya como Vicepresidente le escribe al Libertador, quién dirigía la guerra para liberar las naciones del sur[6], “excelentísimo señor: el 24 del corriente he mandado recoger los huesos de los desgraciados americanos que cayeron en mano de los asesinos godos prisioneros en la acción de Gámeza, a los que han asesinados , ligados espalda con espalda todos, a y a sangre fría, en el sitio “La Ramada”. El lunes 25 se les han hechos sus exequias en las que se esmeró el venerable cura excusador Fray Laureano Alvarez, y a las que ocurrió la mayor parte del pueblo. Lo ´pongo en conocimiento de V. E. para que todo el mundo vea desmentido el predicamento en que nos tenían los dichos godos de herejes y sin religión. Dios guarde a V.E. mucho s años, FR. Ignacio Mariño”. El firmante Fray Ignacio Mariño, después del triunfo en Boyacá fue designado como Prefecto Militar de Sogamoso. Una semana antes del mensaje de Fray Mariño, el 17 de octubre el vicepresidente Santander, se dirige al presidente Bolívar, aun dirigiendo la guerra en el sur, “Al fin fue preciso salir de Barreiro y sus 38 compañeros: el expediente está bien cubierto, pero como ni Usted (por desgracia de América) es eterno ni yo puedo ser siempre gobernante, es menester que su contestación me cubra para todo tiempo… * … “La ciudad estaba sumamente alarmada, el pueblo clamaba contra una conducta semejante, el gobierno no podía trabajar con seguridad temiendo por una parte aun pueblo desalentado, y por otra el que se ganase la única tropa que estaba en la guarnición. Cuando yo meditaba todas estas poderosas razones, veía al mismo tiempo en esos oficiales los verdugos de nuestros pacíficos compatriotas, los desoladores de este precioso territorio, los ejecutores de tantas maldades como se han cometido con la Nueva Granada. Consideré que estos oficiales prisioneros habían degollado nuestros simples soldados prisioneros suyos en Gámeza, y que en V.E., en mis compañeros y en mí habrían descargado su fiereza si la acción de Boyacá nos hubiese sido funesta.”
Tanto el Libertador como el General Santander, debían tener bien presente la conducta de la milicia española cuando apresaban a responsables de reacciones de protesta o pretensiones de libertad en cualquiera de sus formas, el martirologio patriota en manos de Pablo Morillo y la guerra a muerte en Venezuela, estaba fresca en la memoria de esos grandes hombres de nuestra independencia.
Finalmente, tal com o se solicitara a miembros del gobierno nacional, por las comunidades civiles, alcaldes y funcionarios oficiales de las poblaciones que sufrieran en la carne propias de sus antepasados el miserable tratamiento que hemos condensado en este artículo, cierro estas páginas, tal como Gabriel Camargo Pérez, cerró su capítulo “Prisioneros de Barreiro y mártires de La Ramada”,
“En nombre de la República, debe erigirse en “La Ramada” un monumento al Soldado Desconocido de la Campaña Libertadora Colombiana”
[1] El general Mosquera se dirigió a Santafe de Bogotá, y el general París, lo enfrenta cerca Subachoque, el combate fue feroz y duró doce horas. Hubo unos mil muertos y una cifra similar de heridos. Los ejércitos destrozados y desmoralizados permanecieron el día siguiente en sus campamentos. Luego de ello se acordó tregua de tres días para enterrar sus hombres y rescatar heridos. Tantas bajas forzaron a Mosquera a esperar refuerzos, y luego seguir, asediar la capital, y tomarla finalmente en julio del mismo año. Este par de patriotas hicieron todo el trayecto independentista, París se incorporó a filas en 1810, en tanto Mosquera lo haría en 1813. En el uso de las armas al servicio de la patria fueron extraordinarios; el virus sangriento de la política los enfrentaría, defendiendo colores insignificantes, como tantos y tantos colombianos
[2] “Exploraciones históricas”. Gabriel Camargo Pérez, sucesos, personajes y pueblos de Colombia.
[3] “Boletín de Historia y antigüedades”, números 598 y 599
[4] Ibidem, “Exploraciones históricas” páginas 391 y 392
[5] Francisco de Paula Santander, “Memorias sobre Colombia y la Nueva Granada”, página 38, edición de 1938.
[6] Pasaje de la Gaceta de Santafe de Bogotá, número 17, 21 noviembre de 1819,